"¡Isabel! ¡ Isabel!". O "¡Tú si que vales! ¡tú sí que vales!". Eran algunos de los gritos que repetían de manera incesante muchos de los 6.000 seguidores que ayer abarrotaban el recinto del Gran Canaria Arena para reencontrarse con Isabel Pantoja. Hacía siete años que la tonadillera sevillana no volvía a Gran Canaria para interactuar con este auténtico feudo de incondicionales que tiene en España. Y lo de este sábado ha sido un encuentro de admiración mutua como bien quizo dejar claro la artista.
Isabel Pantoja empezó con un tono muy introspectivo, con un primer bloque de baladas sentimentales o medios tiempos en las que se la veía cantando, a través de primerísimos planos que retransmitían las pantallas a ambos lados del escenario, con especial emoción. "Estoy feliz de estar aquí porque me siento como en mi casa", dijo tras interpretar la segunda canción. "Igual que le he cantado a mi Sevilla, le canto a mis siete islas, pero eso vendrá luego, tranquilito".
La artista se refería al set final que serviría casi como guinda de la actuación y que comprendería temas como Canarias Canarias, El moreno o Debo hacerlo que cantó a modo de bises. Sin embargo, desde el principio quiso dejar claro a quién iba a dedicar el concierto.
Así, poco antes de interpretar el tema Luna, la cantante dio su primer discurso de la noche. "Quiero deciros que mi compadre Juan Gabriel escribió esta canción en Sevilla, en el parque de María Luisa, pero la escribió dedicada a mí, no para que yo la cantara, pero me vais a permitir que yo si se la dedique ahora a él. Y que esas luces de todos esos móviles que tenemos me acompañen. Yo lo amaba y lo seguiré amando toda mi vida". Y es que la artista presentaba su último disco Hasta que se apague el sol, producido por el compositor, músico, productor discográfico y filántropo mexicano que falleció en 2016 en Santa Mónica, en Estados Unidos. Y, como es natural, la interpretación de este tema en concreto fue acompañada de una bella iagen como fue la iluminación total del patio de butacas. Mientras, en la pantalla situada al fondo del escenario, se veían otas escenas no menos hermosas del satélite vecino realmente evocadoras.
Vestida completamente de rojo, con un traje de lentejuelas, que le daba una especial intensidad escénica, a la cantante se la veía a gusto acompañada con una orquesta sinfónica. Incluso en el primer bloque, el de las canciones, a veces parecía una cantante romántica de los años cincuenta tipo crooner.
Pero la algarabía llegó con el sexto tema, Marinero de luces. Los primeros compases de la orquesta ya serían acompañados de un aluvión de gritos generalizados. Fue el primer momento álgido de toda la actuación. El segundo llegaría con se me enamora el alma poco después. Como un ritual se fueron reproduciendo ayer todas las muestras de admiración y cariño que los seguidores grancanarios suelen mostrar hacia Isabel Pantoja en sus visitas a Canarias. La tonadillera dividió el espectáculo en tres partes que llevaban los títulos de Canción, copla y flamenco y estuvo tres horas sobre el escenario.
Hay que destacar especialmente la labor de La Orquesta Sinfónica de Las Palmas que, dirigida por Carlos Checa, acompañó a Isabel Pantoja con 60 músicos. Había entre ellos instrumentalistas de formación clásica como 33 cuerdas, ocho maderas, nueve metales, 20 voces a los coros, arpa, percusionistas y piano, pero también otros menos convencionales en el mundo sinfónico, como son el bandoneón, bajo eléctrico, batería, saxos o guitarra eléctrica.
La admiración hacia la cantante se pudo percibir además en el ambiente que se vivía en las inmediaciones del auditorio, ya que dos horas antes de que empezara el concierto, muchos espectadores esperaban a que se abriese la sala y se adivinaba un público de mediana edad, aunque con muchos jóvenes y ancianos. No era difícil adivinar que para muchos de los asistentes el de anoche era el concierto de su vida. Era el caso de María Hernández, de 67 años, que tenía la oportunidad de verla por vez primera . "Es una de las ilusiones de mi vida", reconocía. "Como mi regalo de Reyes". Algo parecido ocurría con Andrés Pérez, de 48, que decía que su nuevo disco "es uno de los mejores de su carrera". A la salida, era unánime calificar el concierto como inolvidable.
Isabel Pantoja empezó con un tono muy introspectivo, con un primer bloque de baladas sentimentales o medios tiempos en las que se la veía cantando, a través de primerísimos planos que retransmitían las pantallas a ambos lados del escenario, con especial emoción. "Estoy feliz de estar aquí porque me siento como en mi casa", dijo tras interpretar la segunda canción. "Igual que le he cantado a mi Sevilla, le canto a mis siete islas, pero eso vendrá luego, tranquilito".
La artista se refería al set final que serviría casi como guinda de la actuación y que comprendería temas como Canarias Canarias, El moreno o Debo hacerlo que cantó a modo de bises. Sin embargo, desde el principio quiso dejar claro a quién iba a dedicar el concierto.
Así, poco antes de interpretar el tema Luna, la cantante dio su primer discurso de la noche. "Quiero deciros que mi compadre Juan Gabriel escribió esta canción en Sevilla, en el parque de María Luisa, pero la escribió dedicada a mí, no para que yo la cantara, pero me vais a permitir que yo si se la dedique ahora a él. Y que esas luces de todos esos móviles que tenemos me acompañen. Yo lo amaba y lo seguiré amando toda mi vida". Y es que la artista presentaba su último disco Hasta que se apague el sol, producido por el compositor, músico, productor discográfico y filántropo mexicano que falleció en 2016 en Santa Mónica, en Estados Unidos. Y, como es natural, la interpretación de este tema en concreto fue acompañada de una bella iagen como fue la iluminación total del patio de butacas. Mientras, en la pantalla situada al fondo del escenario, se veían otas escenas no menos hermosas del satélite vecino realmente evocadoras.
Vestida completamente de rojo, con un traje de lentejuelas, que le daba una especial intensidad escénica, a la cantante se la veía a gusto acompañada con una orquesta sinfónica. Incluso en el primer bloque, el de las canciones, a veces parecía una cantante romántica de los años cincuenta tipo crooner.
Pero la algarabía llegó con el sexto tema, Marinero de luces. Los primeros compases de la orquesta ya serían acompañados de un aluvión de gritos generalizados. Fue el primer momento álgido de toda la actuación. El segundo llegaría con se me enamora el alma poco después. Como un ritual se fueron reproduciendo ayer todas las muestras de admiración y cariño que los seguidores grancanarios suelen mostrar hacia Isabel Pantoja en sus visitas a Canarias. La tonadillera dividió el espectáculo en tres partes que llevaban los títulos de Canción, copla y flamenco y estuvo tres horas sobre el escenario.
Hay que destacar especialmente la labor de La Orquesta Sinfónica de Las Palmas que, dirigida por Carlos Checa, acompañó a Isabel Pantoja con 60 músicos. Había entre ellos instrumentalistas de formación clásica como 33 cuerdas, ocho maderas, nueve metales, 20 voces a los coros, arpa, percusionistas y piano, pero también otros menos convencionales en el mundo sinfónico, como son el bandoneón, bajo eléctrico, batería, saxos o guitarra eléctrica.
La admiración hacia la cantante se pudo percibir además en el ambiente que se vivía en las inmediaciones del auditorio, ya que dos horas antes de que empezara el concierto, muchos espectadores esperaban a que se abriese la sala y se adivinaba un público de mediana edad, aunque con muchos jóvenes y ancianos. No era difícil adivinar que para muchos de los asistentes el de anoche era el concierto de su vida. Era el caso de María Hernández, de 67 años, que tenía la oportunidad de verla por vez primera . "Es una de las ilusiones de mi vida", reconocía. "Como mi regalo de Reyes". Algo parecido ocurría con Andrés Pérez, de 48, que decía que su nuevo disco "es uno de los mejores de su carrera". A la salida, era unánime calificar el concierto como inolvidable.
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